Melissa González, es una adolescente de 14 y acaba de convertirse en un peligro para el régimen cubano. Ella vive en Tampa junto a su padre, el ex prisionero Jorge Luís González Tanquero. Su madre, la Dama de Blanco, Marlene González, está gravemente enferma en estado comatoso desde febrero del presente año.
La chica planeaba visitar Cuba para reencontrarse con los pocos familiares que residen en la isla. Un día antes de tomar el avión, los funcionarios de la agencia de viaje que les había vendido el pasaje le comunican que las autoridades cubanas le prohibían viajar a su país de origen. La reacción de Melissa, como la de cualquiera persona de su edad, no se hizo esperar. Rompió en llanto por la frustración, sin entender esa azarosa decisión del régimen cubano.
Cuando se medita sobre la realidad cubana, cualquiera sentirá malestar por lo que ocurre allí, si hasta los niños son castigados por las ideas de sus padres. Podría ser el colmo del disparate si no se tratara de un país gobernado como una finca familiar donde solo cruzan el portón aquellos que se rindan a los pies de la dictadura.
Al menos Melissa puede compensar sus lágrimas por la satisfacción de saber que a pesar de ser una niña los hermanos Castro le temen.
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