Saturday, February 2, 2019

CARTA ABIERTA AL PAPA FRANCISCO


                                                                                                          
 2 de Febrero de 2019
 Jackson, Mississippi

Su Santidad Francisco.
Ciudad Vaticano.

Antes de dirigirme a usted consulté a varios hermanos creyentes  sobre la conveniencia de escribirle esta carta. Todos me respondieron que la discreción es una herramienta que debe estar al servicio de la Iglesia. Sin embargo,  ignorando esas recomendaciones, pero hacienda uso de mis convicciones, decido escribirle a título personal. Lo hago sin ninguna pretensión porque soy, sobre todas  las cosas, un hombre libre de pensamiento y acción. Siempre ejercitaré el derecho a exponer la verdad y ese motivo me invita a escribirle.

Quien le escribe es cubano y exiliado. Soy un simple creyente que profesa su fe en la convicción de que Dios existe. En la Iglesia católica, en el Catecumenado de la Parroquia San Gerónimo, de Victoria de Las Tunas, Cuba, aprendí a vivir la libertad de la fe. A decir la verdad y a enfrentar las consecuencias derivadas de ella. Son estos los precedentes  que justifican esta carta. Asumo la responsabilidad sobre las consecuencias  que deriven de cualquier interpretación. Sin embargo, siento que es un deber moral exponerle mi pesar por la crisis en Venezuela.

Hoy me dirijo a usted consternado por la indiferencia del Vaticano hacia el noble y valiente pueblo venezolano. En las calles de ese país están muriendo jóvenes que en marchas pacíficas, por la libertad y la democracia, son asesinados con la alevosía que el odio marxista inculca en sus incondicionales. Hay un silencio, interpretado por muchos, donde me incluyo, como complicidad, por parte de la institución religiosa que usted preside. Y ese silencio parece indicar que Dios -si Dios- se mueve según el lado por donde azota la injusticia en este mundo.

Su Santidad las dictaduras no son de izquierda o derecha. Son solamente dictaduras y fundamentan su existencia en el terror, en del control de las voluntades de la gente y en el engaño de un futuro de bienestar en mano de un imaginario diabólico. La dictadura venezolana es un calco del estalinismo más cruel que ha pluralizado la miseria, el hambre y el destierro en una nación rica en recursos otorgado por Dios.

Un venezolano ejemplar, Monseñor Salvador Monte de Oca, Obispo de Valencia, quien fuera expulsado de su país por sus ideas de justicia y libertad, frente a la dictadura de Juan Vicente Gómez, fue fusilado en Massa, Italia, por los Nazis, el 10 de Septiembre de 1944 por oponerse a las exigencias del III Reich Alemán. Aquel abominable crimen se convirtió en un ejemplo que demostraba hasta donde la barbarie es un arma de poder. Monseñor Monte De Oca, junto a diez religiosos fue condenado a morir el mismo día y a la misma hora. Uno de aquellos creyentes le pregunto al Obispo: ¿Monseñor y dónde está Dios a esta hora? El Obispo de Valencia, con la serenidad de quien está preparado para superar la peor tragedia de la vida le responde: “Dios está ahí. A tu lado y en tu dolor”.

Los jóvenes que mueren en las calles de Caracas son los mismos que asisten a sus parroquias para glorificar a Dios. Ellos, con la valentía de los mártires, han señalado un camino para restablecer la convivencia en un marco de respeto y absoluta libertad en Venezuela. Ellos, los que han muerto y los seguidores de sus ejemplos, se preguntan ¿y dónde está Dios? Sin embargo, desde aquella roca, dejada por Pedro y convertida en iglesia solo se escucha el silencio más absoluto.

Hoy comprendo porque en este mundo convulso por la violencia, la corrupción política y el crimen, millones de personas ponen en duda la existencia de Dios. Dudas justificadas, si en el momento justo, cuando las naciones desean estar acompañados en su dolor por los pastores del Señor, sus pueblos sienten apagada la voz de Dios en la tierra.

Su majestad, es  la hora del pueblo de Venezuela. También para los pueblos de Cuba y Nicaragua. Es un tiempo de libertad exigida con sangre joven. De usted esperan el acompañamiento espiritual para superar un régimen tiránico que ha convertido a Venezuela en una nación miserable.

Señor, le he visto pedir oraciones por usted. Reciba la mía con sincera humildad, pero no olvide orar por aquellos que en Venezuela, Cuba y Nicaragua desean estar acompañados por Su Santidad en el camino hacia la democracia y la libertad.

¡ANIMO!

Ramón H. Colás