Hasta Fernando Ortiz creyó que Cuba gravitaría a Estados Unidos y aseguraba lo inevitable de ese proceso. Sus argumentos eran pueriles, a pesar del incuestionable talento del sabio cubano, al fundar sus observaciones en la tendencia, cada vez más creciente a principio del siglo XX, del mercado estadounidense en la isla, la orientación de algunos cubanos hacia la nación del norte de nuestro continente y las tensiones raciales de esa época.
Mucho antes, en abril de 1823, John Quincy Adams expuso la “Política de la Fruta Madura”, donde se afirmaba que: “hay leyes de gravitación política, como leyes de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión, y la Unión, en virtud de la propia ley, no iba a dejar de admitirla en su propio seno. No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos como la Isla de Cuba. Esas islas de Cuba y Puerto Rico, por su posición local, son apéndices del Continente Americano, y una de ellas, Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión".
Los cubanos, a lo largo de la historia, han optado por la independencia de Cuba de cualquier poder extranjero. Estados Unidos, por su cercanía geográfica, se ha convertido en el atractivo de la inmigración cubana hacia el exterior. Sin embargo, los exiliados aprecian su aceptación en la sociedad estadounidense, pero se oponen a cualquier indicio que pueda convertir a Cuba en un nuevo Puerto Rico.
Pudiera parecer que la influencia política, económica y social de los cubanos en Estados Unidos son un elemento gravitacional, sin embargo, no lo son tanto, aún cuando la posición del castrismo trata de fusionar, sin tomar en cuenta las diferencias ideológicas dentro de los propios cubanos en USA, a todos los emigrados con la política estadounidense.
Sin embargo, irremediablemente, ocurre una gravitación involuntaria donde cada vez es mayor la cercanía entre Cuba y Estados Unidos. Los lazos afectivos que han creando los exiliados con las dos orillas han fundado una suerte de pertenencia a ambos lados con raíces profundas y con frutos muy prometedores. Es una vecindad natural que ha ido creciendo a pesar del aislamiento y los errores políticos de La Habana y Washington.
La revolución cubana, a pesar del antiimperialismo desbordante de Fidel Castro, ha hecho gravitar a Cuba y a los cubanos más que nunca hacia los Estados Unidos. Desde 1959 hasta hoy la realidad de la isla es condicionada por la retórica de estas dos naciones que permanecen sitiadas en las contradicciones, sin que muchos puedan visibilizar que ese proceso no ha separado a sus pueblos a pesar de que los contactos han sido escasos entre ellos.
Culpar a Estados Unidos del fracaso revolucionario y mencionarlo cuantas veces sea posible para conseguir credibilidad revolucionaria, explica la incursión permanente del vecino del norte en la vida nacional. Comparar, como Castro acostumbró con sus sorprendentes estadísticas, a un pequeño país como Cuba, con una nación de dimensiones continentales, implicaba despejar las dudas de cuan similares son en el imaginario del gobernante.
La polémica ideológica verticalizada dentro de Cuba se fundamenta en alcanzar la supremacía sobre la sociedad estadounidense. En otras palabras, el régimen se ha propuesto siempre ser superior a Estados Unidos en todo lo que fuera posible. Como no lo puede, porque su incapacidad demostrada para el éxito lo determina así, inunda a la sociedad cerrada de la isla con infamias sobre el vecino del norte, convirtiendo, inexplicablemente y contra toda voluntad revolucionaria, a ese país en la nación que mayor curiosidad despierta en los cubanos.
Aquí se proyecta, psicológicamente hablando, la mayor gravitación del régimen cubano hacia su vecino del norte. Se puede explicar porque el persistente ensañamiento contra lo todo lo que proviene de Estados Unidos, logra incidir en el comportamiento de la gente cuando buscan artifugios novelescos para permearse con las sofisticadas influencias del norte. Estas pueden ser a través de la música, el cine, la moda, las celebridades y otros encantos estadounidenses.
En segundo lugar, la exitosa presencia de cubanos exiliados, cuyo contacto con sus familiares en la isla permite el intercambio de ideas, bienes y tecnología, acelera la proximidad entre ambos pueblos y naciones. Las referencias de la sociedad estadounidense para el pueblo cubano no coinciden con el punto de vista del oficialismo, porque el derrotero de los que desean abandonar Cuba pasa por Estados Unidos.
Las recientes declaraciones del Cardenal Jaime Ortega al columnista del Washington Post, Jackson Diehl donde afirma que...” Raúl tiene interés en lograr una “apertura” con Estados Unidos”, expresa como desde lo alto del poder en Cuba consideran que su futuro pasa por la voluntad del gobierno estadounidense.
En ese sentido, el régimen gravita, voluntariamente, hacia los Estados Unidos para resolver los problemas que los cubanos mismos han creado. ¿Será que como pueblo están predestinados a edificar su futuro de la mano de Washington?