Socialismo a la vista
Las pasadas elecciones en
Estados Unidos dejan ver, en el mapa político nacional, a un país
dividido por la crispación y el enfrentamiento ideológico.
Impresiona, el avance de las ideas socialistas y con ello el
asentamiento de un imaginario de igualdad en la conciencia colectiva.
Un sector importante del pueblo americano (sobre todos jóvenes) se
ha enamorado de la palabra cambio y del "Yes we can". El slogan
utilizado por Barack Obama, en su campaña a la Casa Blanca en el
2008, resucita el entusiasmo de aquellos, que por sus convicciones
revolucionarias, recelos y el odio a los valores democraticos, están
seguros de cambiar el estatus histórico de esta nación.
La encarnizada lucha por
la gobernación de la Florida, entre republicanos y demócratas,
ilustra la profundidad del socialismo entre los habitantes de aquí.
Andrew Gillum, declarado abiertamente socialista, diagnosticaba, con
los resultados obtenidos, la temperatura de la ideología que
defiende. Y lo que asusta son los modismos. Esa tendencia a tatuarse
en la mente lo que mejor suena y agrada a la juventud. Se debe estar
alerta porque la ingenuidad americana no es capaz de advertir que en
cada cuadra, en la sala contigua de cualquier oficina, en las aulas
universitarias y en los medios, se procrea el mismo fantasma que
azotaría a Europa.
En Estados Unidos se
demuestra, cada día y a cada hora, que el socialismo nunca murió y,
lo peor, que nunca fue herido de muerte. La desaparición de la URSS
fue un ensayo, diría Marx, para corregir las variantes estratégicas
que inclinen a su favor la lucha por la liberación de los pueblos.
Como la acción armada no cuaja, el ideario de Gramsci, aquel lisiado
de mente brillante y retorcidas ideas, es perfectamente adecuado para
producir el efecto a favor de un sistema socialista mundial. Y su
apuesta es por ello. Basta con que caiga Estados Unidos para que el
mundo sea tan rojo como la sangre que harán derramar a quienes se
les enfrenten.
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