Mississippi, 1 de
diciembre de 2018
Doctor Pedro Sánchez,
Presidente del Gobierno de España
La Moncloa,
Madrid.
España.
Doctor Sánchez, mi
nombre es Ramón Humberto Colás. Soy cubano. Vivo exiliado, como millones de
cubanos y me inquieta la tragedia nacional que viven mis compatriotas en Cuba.
Justamente, esta carta va dirigida a usted para expresarle mi inquietud sobre
algunos asuntos relacionados a su persona y mi patria.
Recientemente Ud.
ha visitado mi país. Fue un breve viaje que nada tiene de simbólico, pero si
tiene mucho de realismo porque sus ideas, por lo visto y declarado en La
Habana, convergen en una orientación tan próxima al de la dictadura cubana, que
confunde al que ignore a España como una democracia moderna.
Nos impresionó a
muchos, incluso a españoles amigos míos, la normalidad y el derroche de afectos
que compartía con un dictador. Por ahí debiéramos empezar. Ya Ud. me dirá, por definición
de filosofía política, que una dictadura es una forma de gobierno. Eso es verdad,
pero a ese régimen político es correcto llamarle dictadura porque está fundado
sobre el poder de una persona sin limitaciones para ejercer el control de toda
la sociedad. La tiranía cubana no difiere, en esencia y en ciertas formas, del
franquismo que Ud. tanto odia. Con la diferencia que Franco dejaba intersticios
de oportunidades en áreas como la economía y la iniciativa privada. En cambio,
en la isla, el centralismo militante de la ideología en la vida económica y
social, la imposición del dogmatismo marxista, al mejor estilo de Josef Stalin,
han extendido la miseria en todo el territorio nacional, sin que ello les
advierta, a la casta política y a sus familiares, el camino incorrecto por
donde transita el país.
Hablaba Ud. de
reformismo en nuestro archipiélago. Nos presentaba al señor Díaz Canel como un
reformista entusiasta y comprometido en llevar a Cuba por mejores rutas. Sepa,
doctor Sánchez, que para una dictadura comunista, como la cubana, reforma
significa corregir, consolidar y hacer más socialismo. Así lo expresan cada día
ellos mismos para seguir atemorizando a mis compatriotas hasta paralizar
cualquier iniciativa democrática.
El rostro amable
del nuevo “presidente” (que ningún cubano eligió en las urnas y posee esa
responsabilidad por su incondicionalidad a los hermanos Castro) es el fantoche político
por excelencia que probará interpretar las ideas revolucionarias del castrismo
sin separase un centímetro del guion original. No hay cantos de sirenas a la
vista. Ni nos aproximamos a una rectificación por parte del régimen por el daño
causado a uno de los pueblos más nobles e inteligentes de la tierra. La
insistencia por gobernar con mano dura y despiadada alevosía se justifica por
los beneficios que obtienen desde la cima del poder. Cuba es propiedad de los
Castro y ahora tiene nuevos capataces para mostrar al mundo que su voracidad
tiene una pausa simbólica.
Sepa, doctor Sánchez,
que los cubanos siempre hemos estado muy cerca de España. Lazos de afectos,
familiares y emocionales nos unen desde hace siglos a pesar del abominable crimen
de la esclavitud y el pillaje del colonialismo español. Sin embargo, mis
compatriotas de hoy, aquellos que luchan intramuros contra la dictadura cubana
o en diferentes barricadas en el mundo, no olvidaremos su complicidad con
quienes limitan el derecho sagrado de los cubanos a la libertad.
Usted favorece al
régimen cubano internacionalmente. Se ve como aprovecha la condición de España,
como puerta a Europa, para alivianar el peso de las sanciones de las
democracias europeas contra el estado cubano. Es inmoral mirar al otro lado y
no darle apoyo a los opositores por favorecer a sus compinches ideológicos. No
es ético, tratándose del presidente de una democracia moderna, profundizar los
intereses comerciales de un empresariado español que no oculta sus ribetes de
racistas y da oxígeno al castrismo para, obviamente, extender en el tiempo esta
pesadilla en nuestro país.
Le vi reunido con
supuestos representantes de la sociedad civil cubana. ¿Le ha preguntado usted, cuántos
de ellos son independientes del poder político? ¿Por qué consagran sus
esfuerzos en fortalecer el sistema sin permitir que otros (los verdaderos
independientes) sostengan proyectos viables para beneficio de los cubanos? ¿Qué
motivaciones tienen para convertirse en turbas violentas y atacar a quienes no
piensan como ellos? ¿Hasta dónde llega su impacto en el conjunto de la sociedad
cubana cuando interpretan el mismo rol de la dictadura? Usted ha perdido la
oportunidad de conocer a la verdadera Cuba. Esa que tiene grandes frustraciones,
la que se escapa arriesgando su vida, la que se prostituye por fruslerías y la
que se paraliza por la represión y el miedo cerval infundido por quienes le
recibieron. La Habana no se puede, porque es imposible, conocerla en un paseo,
por su parte restaurada, en tan solo treinta minutos. La capital cubana es un
crisol humano. Un espacio habitado por personas ingeniosas que han perdido toda
esperanza. Que ven caer a sus pies a una ciudad que antes la llegada de Castro
al poder era considerada una de las más influyentes de América. Sin embargo,
hoy parece una capital bombardeada por el abandono y sus ruinas, cotidiana en
fin, son responsabilidad única de la nomenclatura que le sirvió de anfitrión.
Usted, doctor Sánchez,
pudo haber conocido a Cuba y a La Habana, si el valor, reservado a la dignidad
y el decoro, le hubiera acompañado. Los opositores a la dictadura tienen una visión
diferente de la realidad cubana. Son quienes mejor pudieron exponérsela y
desnudarla en su interior. Sin embargo, Ud. optó por hacer valer la versión de quienes
violan los derechos humanos y cercenan libertades. Los opositores le hubieran
presentado a un médico preso, el doctor Eduardo Cardet, sus proyectos de cambios,
las heridas del castrismo, los testimonios ensangrentados de quienes han
sufrido cárceles, torturas, acosos y represiones. La versión de los oposicionistas
retrata al cubano de a pie porque son ellos mismos.
Observo, señor presidente,
como desde cualquier rincón de España se advierte una fascinación por Cuba. Si
alguien sabe que la isla es una nación fascinante son los españoles. Sin embargo,
ese encanto permite mirar a mi país con una superficialidad enfermiza. Los políticos,
lo hacen desde el prisma del régimen confundiendo, por prematura ignorancia, a
la nación con Castro. Llegan a enamorarse de los que mandan y aquellos representantes
del ciudadano español no muestra la misma preocupación si se trata de un
cubano. Ya lo sé, doctor Sánchez. Es culpa de una propaganda holista, fulera y
sutil que les ha contaminado tanto hasta percibir con buenos ojos a la última
dictadura de occidente. A usted y a otros políticos de su país los veo y los escucho
hablar de los trabajadores y como se convierten de paladines y defensores de
sus derechos. ¿Si son hermanos ideológicos de las masas trabajadoras porque no
la tuvo en el centro de su misión en La Habana? También lo sé, no se puede
incomodar al régimen, el dialogo y el talante político (palabras de Zapatero)
son las armas adecuadas para tratar con Cuba. La dictadura cubana habla con
todo el mundo, menos con su pueblo y eso desnuda parte de su naturaleza punible.
Dijo usted, para
elevar el tono de la presunción de genio, que su visita fue histórica. Es poco
creíble. Tal vez, demasiado exagerada. La historia no se hace sin los pueblos.
Aquel que visite Cuba, como Ud. acaba de hacer para dar preferencia a la tiranía,
y reniegue a su pueblo, no puede ser parte de la historia.
¡ANIMO!
Ramón Colás
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