Sunday, January 29, 2012

Terrorista

Nunca acostumbro a reaccionar a las acciones provocadoras del régimen cubano porque no deseo ser presa de su desatino. Tampoco pretendo demostrarle que su retorcida enfermedad de golpes bajos, intrigas y descalificaciones me ponen abrumado. Hoy, sin embargo, haré tres breves observaciones al calificativo de terrorista que me otorgan en ECURED, una especie de enciclopedia cubana en la red para uso local, donde a los peligrosos (donde me incluyen) lo descalifican con el peor denominador que pueda tener una persona hoy en el orbe.

Primero, después del 11 de septiembre, la palabra terrorista en todo el mundo inspira temor y desconfianza. Ubicarme ese mote puede resultar, en las mentes retorcidas de algunos que habitan en todas partes y en los que desconocen la naturaleza infame del totalitarismo cubano, muy efectivo al aparato de propaganda de la dictadura dentro y fuera de Cuba. Es un aval para cerrar las puertas que siempre se nos han abierto para exponer la realidad de sistema político cubano.

Segundo, el peligro que represento a las autoridades cubanas se evidencia en mi vida familiar. Mis padres siempre han sido pobres, jamás han expoliado nada a nadie, soy negro, nacido después de la revolución, formado bajo los slogans del comunismo, fundador de un proyecto cultural-educativo de alcance social y cuando expreso una opinión la desnudo. Al régimen le preocupa que mi vida no tenga vínculo con el pasado donde fundamentan su injustificada dictadura.

Tercero, (esto me lo confesó un ex embajador en La Habana) temen no tener argumento para contrarrestar el testimonio de los cuarenta años que viví bajo aquel sistema.

La única vez que he tomado un arma en mis manos fue en la isla cuando cursaba mis estudios universitarios en la Universidad Central de Las Villas. Allí, nos repetían unas palabras del Che donde nos inculcaban a odiar. “El odio, dijo el desaparecido comandante, como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo mortal.”
Mi suerte no fue aprender la lección y la dictadura cubana sabe que estoy en la antípoda de ese calificativo.

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