Sunday, February 13, 2011

La dignidad tiene nombre

Jorge Luis González Tanquero, uno de los prisioneros de la primavera negra de Cuba está en Tampa. Llegó de España, donde estuvo desterrado, con una visa humanitaria y aturdido por la inesperada y grave enfermedad de su esposa, la Dama de Blanco Marlene González Conesa.
Al teléfono, Tanquero estaba muy parco. Su voz se sentía casi apagada por el desconsuelo y la emoción. Compensaba su dolor por el reencuentro con su hija Melissa y los amigos de siempre.
En La Habana, Héctor Maseda y Ángel Moya, dos de los prisioneros que desean permanecer en Cuba, fueron liberados. Las fotos de Maseda son un contraste para quienes lo conocieron. En su carácter firme y en la mirada aguda, fruto de una inteligencia superior, se observa avejentado, con la piel curtida por el rigor de una cárcel injusta y la ausencia de sol. Su voz permanece intacta y con ella la fuerza moral del líder de los liberales cubanos.
Ángel, por su parte, parece un titán erguido sobre la arena del coliseo castrista, dispuesto a seguir sembrando esperanza en su causa justa. La cárcel lo curtió como al acero y en cada palabra suya se capta el optimismo.
Las esposas de estos hombres son también protagonistas. Laura Pollán y Berta Soler capitanearon un movimiento sui generis en Cuba y tomaron las calles que Castro aseguraba eran suyas. Las dos, al lado de sus esposos, completan el cuadro perfecto de la dignidad.

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