Monday, August 24, 2015

Cinco razones por la que Hillary Clinton no debería ser presidenta de América

A pesar de no ser ciudadano americano y por consiguiente, no militar en ningún partido político en Estados Unidos, estudio sistemáticamente el día de este país  y trato de interpretar la dinámica de la sociedad donde hoy vivo.


Mi deber moral, como forma de pago a la nación que me da abrigo, es advertirle sobre ciertos peligros que gravitan en su entorno y que se consolidan en la conciencia social, en un grado ciertamente alarmante, y de forma, posiblemente, inmutable.

Justamente, al evaluar el proceso que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca, su posterior ejercicio del poder, el manejo de la política exterior y el vuelco de los jóvenes a un ideario político radical y de izquierda, no cabe duda que en América se está produciendo una disgregación rápida de los fundamentos que dieron origen a esta nación.

La alegría, que ningún hombre de izquierda en el mundo oculta, por la forma en que Estados Unidos se conduce en los últimos ocho años puede, de alguna manera, servir para entender cómo se deterioran los pilares democráticos americanos. No se justifica cambiar la imagen de América en el mundo haciendo concesiones de principios y arrodillándose antes quienes desean poner de rodilla a este país.

Este proceso viene avanzando hace muchos años. A manera de ejemplo. Un joven profesional cubano residente en Madrid vino a Washington DC para sostener algunos encuentros políticos que le ayudara a impulsar una agenda de solidaridad por los africanos discriminados en España. Fue arropado en la ciudad por algunos adalides del capitolio y terminó bebiendo Havana Club y Mojito en la desaparecida Sección de Intereses de Cuba en la capital del país. Contaba luego, que allí estaba la crema y nata de una extensa red de organizaciones No Gubernamentales que operan en el país. Aprovechaban la oportunidad para felicitarse por el cambio de presidente en la Casa Blanca y los avances de la izquierda en Latinoamérica.

El ejemplo ilustra cuan vulnerable es el país al contagio ideológico, desde afuera (que ya está adentro) y al acoso a sus instituciones democráticas más importante.

Seguramente Hillary Clinton, de llegar a ser presidenta, continuará haciendo sostenible la política de la zanahoria para darle continuidad a un proyecto que sobrevive oculto en el imaginario de los liberales americanos. Se trata, creo yo, de intentar refundar el país hasta acomodarlo como un sistema de extensión social que pondría en peligro las libertades, la propiedad, la prosperidad y el ingenio del pueblo americano.

Todo lo anterior justifica las cinco razones a tomar en cuenta para que Hillary Clinton no llegue a ser presidenta de los americanos.

Primera razón: debilitaría el liderazgo global de Estados Unidos como viene sucediendo en la actualidad.  
No se trata de imponer a Estados Unidos como policía del mundo, ni que el mundo dependa de América para resolver los problemas de ciertas naciones, pero este país debe mostrar su poderío allí donde se vulneran los derechos humanos o donde se crean alianza que tienen como propósito destruir a la sociedad estadounidense. Hay que recordar el abominable crimen ocurrido durante el genocidio de Ruanda donde la administración del presidente Bill Clinton miró al otro lado y en menos de cien días más de ocho cientos mil personas fueron masacrados por la barbarie del odio racial. Las víctimas de aquel conflicto todavía se preguntan ¿y los americanos donde estaban?

Segunda: El efecto Gramsci cobrará fuerza en el país.
Posiblemente, la inmensa mayoría de los americanos no sepa quien fue Antonio Gramsci porque en el mundo académico muchos lo ignoran. Sin embargo, este político italiano es el padre y sostén ideológico de los cambios que se vienen dando en América Latina. El impacto de su ideario cobra fuerza en Estados Unidos dentro de los jóvenes, los medios, el sector educativo y los intelectuales críticos con el sistema aunque algunos desconozcan el móvil ideológico de sus motivaciones políticas. Gramsci, invita a tomar el poder político sin violencia. Propone ganar espacio pequeño hasta consolidarlo para luego moverse a otro y sumarlo al anterior hasta abarcar el espacio geográfico, político, económico y moral.

Ya el senador independiente Bernie Sanders, autodenominado socialista, ha roto la barrera del miedo al mencionar esa palabra en este país. ¿Quién duda que existan en el silencio de la complicidad otros políticos demócratas que piensen como él?

Tercero: el tamaño del gobierno crecerá para apologizar la ideología liberal.
Los demócratas se han caracterizado por tener gobiernos grandes. Esa extensión seguirá en aumento con un presidente demócrata porque esto le sirve de plataforma para impulsar su doctrina liberal generando un gasto público incalculable. La izquierda es militante por naturaleza y su acción política es permanente. El argumento será el mismo de siempre “queremos cambiar las cosas por el bien de la mayoría pero contamos con la oposición republicana”. Cuando se identifica como culpable de los fracasos de una administración democrática a un elemento activo de la oposición, se busca legitimar la acción de gobierno como correcta para ganar simpatizantes incondicionales.

Cuarto: se desencadenará una guerra ideológica contra los republicanos para demostrar que en Estados Unidos la alternativa de gobierno es demócrata.
Nunca el espectro político americano ha estado tan polarizado como en estos momentos. Con un presidente demócrata en la Casa Blanca aumentarán las tensiones y la crispación hacia la oposición republicana. El propósito es creer, en el imaginario popular de toda la nación, la idea de que el destino del país debe estar en manos demócratas. Aquí se esconde el mayor de los peligros ante una indudable maniobra ideológica que presupone demonizar al contrario para sacar ventajas políticas.

Quinta: la victimización generará un estado benefactor
La apatía hacia el trabajo es una tendencia creciente para un sector importante de los americanos. Sin embargo, la manutención gratuita con bienes y servicios, que genera vagancia e inmovilidad social, son parte de los programas populistas que los demócratas impulsan. 

Ser solidario y compasivo es ético pero cuando el estado asume la manutención básica de los ciudadanos sin ningún esfuerzo algo anda mal. Un gobierno demócrata no corregirá estas políticas inmovilistas, al contrario, impulsará proyectos sociales que sostienen la ociosidad hasta gravitar a un número mayor de pobres.

Los avisos no siempre se racionalizan en la conciencia de los pueblos. La vida moderna, con su inmediatez, individualiza toda porque, generalmente, las personas se enfocan en lo que puede producirle algún beneficio. Algunos políticos en Estados Unidos están marginando el poder de convocatoria, y la ruptura con el modelo tradicional, de un número creciente de ciudadanos inconformes que de boca en boca están imponiendo el mensaje irracional de la izquierda. 

Los próximos años definirán el destino americano. Con los demócratas gobernando puede ser incierto. Con un presidente republicano América volverá a levantarse de la ceniza en que sus adversarios internos quieren convertirla.


   

Saturday, August 22, 2015

Bravucón de vidriera

No conocía a Osmani García y me alegro por ello. Tanto que no mencionaré más su nombre porque no quiero recordarlo. ¿De qué valdría prestarle atención a lo vulgar, a lo que no edifica? Sin embargo, el muchacho deja algunas cosas que vale la pena considerar.

Él, punto y aparte, merece poca atención pero, sus palabras sí. Su catarsis pedestre es el síntoma común en una enfermedad tropical que flagela a los cubanos. Es aquella que se hace acompañar de un lenguaje particular y oprobioso dedicado a quienes no se alinean en la línea de su verdad. Y este chico, furioso y al parecer peligroso, posee la vacuna de la obstinación para enzarzarse con diatribas vulgares como su propio canto. ¿Cuántos más hemos visto acá y allá profiriendo montones de obscenidades sin el menor recato?

Su vocabulario prosaico es propiedad de su mente y en ella no caben expresiones decentes. Y es verdad, la palabra es un acto interno que describe casi todo en las personas y en su entorno. Ese jovenzuelo, gesticula, la sangre se le sube al cuello, vocifera, ataca sin piedad y sin prudencia y, para orgullo propio, se muestra presuntuoso, en su iracundia, con su guapería criolla insertada en los eslabones de su cadena. Después de todo debemos alegranos porque es fácil saber en presencia de quien estamos.


Esa noticia no merece fotos porque las expresiones verbales de “reguetonero” son las mejores imágenes que pueden servir para saber de dónde viene y a donde debe estar.  

Thursday, August 13, 2015

Apuntes sobre el camino

Morir de viejo

I

Fidel Castro cumple ochenta y nueve años y reaparece acompañado de Evo Morales y Nicolás Maduro, presidentes de Bolivia y Venezuela, respectivamente. Estos mandatarios son sus mejores discípulos en la región e interpretan la balada revolucionaria como dos trúhanes adoctrinados por el hechizo del comandante. Comparecer al lado de alguien con cierta importancia son regalos preferidos del exgobernante que se jacta de llegar a viejo y mandar como mandan los que pueden.

Castro es y ha sido un calco de sí mismo. No se parece a nadie y nadie, se presume, quisiera parecerse a él. Tiene el atributo de la perversidad y el dogma de quienes siempre están arriba para mirar, desde la divina providencia, la obediencia párvula de la muchedumbre. De ahí su innegable psicopatía, su magia para estigmatizar la locura que padece, la obsesión por estar en la historia después de su muerte, el miedo a morir y quedar sin historia.

Fidel Castro sufre y siempre ha sufrido. Y ahora más. Ya no alcanza a ver su rostro cansado en el espejo ni tiene tiempo para escuchar las versiones de su deliro. Las multitudes han desaparecido y los aplausos necesarios para su existencia son resúmenes en periódicos y anécdotas en el olvido.

II

A La Habana voy

John Kerry, secretario de estado de América, acompañado de una extensa delegación toman a La Habana sin sorpresa. Era de esperar. Obama, quien con su política de la zanahoria (pero sin el palo) alberga la esperanza de un cambio en Cuba dando este salto sorprendente y a gran velocidad.

El régimen cubano, dueño de la suerte en las mutaciones, respira tranquilo en estas horas de pachanga porque están seguros que la fiesta es larga. Cuba, nación preferida por los demonios, no se muestra inquieta ante la contra luz de sus gobernantes. Y el pueblo, que estará en el lugar de siempre y haciendo lo mismo, bebe vino del circo y el pan del carnaval revolucionario donde los yanquis tienen su espacio. (Por cierto, ¿cómo definir yanquis en estos días cuando la bandera del imperio se impone en el malecón?)

Cuba siempre da razones para morirse. Como esta vez quisieran morir de penas los frustrados. Los mismos que idealizaron un país para todos y detrás de las rejas de las cárceles de Castro se veían en el festín del triunfo.

Frustrados están algunos por perderse el segundo acto de la puesta en escena. Incluso, muestran su remordimiento con rencor. No es para menos. Eso sucede cuando se les otorgas a otros el derecho de hacer lo que es un deber propio.

Dinastía

Fidel Castro, aprensivo y astutos, jamás mostró a sus hijos biológicos en público. Y es compresible. Cuando alguien cree ser el padre de todo un pueblo no hace preferencias. Sin embargo, Raúl alardea de su prole. Le muestra al Papa Francisco a un nieto que cuida su espalda y a un hijo coronel. Con Obama se reúne arropado por este último mientras su hija Mariela pone a bailar a los homosexuales por las calles de la isla.

Los Castros, y eso es verdad, han definido el destino de Cuba a su modo. De esa manera, no es extraño que muestren su linaje si de continuar gobernando se trata.

Alejandro Castro Espín, y su hermana Mariela, suenan en las quinielas de los estudiosos del tema cubano como posibles continuadores del poder familiar. El muchacho es atinado en las interpretaciones de papá (a veces se parece al tío) y ella no tiene comparación porque sus palabras discurren entre la turbulencia del tabú y la algazara de la chusmería.

En el Caribe todo es posible y en Cuba más.