Thursday, February 27, 2014

La mala suerte de Hubert Matos


Ha fallecido en Miami, a la edad de noventa y cinco años, Hubert Matos. Con su muerte, la revolución de 1959 concebida por Fidel Castro, pierde a uno de sus más singulares protagonistas y la oposición, a esa propia asonada rebelde, al incansable luchador por verdaderos cambios en el país. 

Hubert Matos era maestro. Sin embargo, se hizo comandante, dirigía un ejército y jamás volvió a presentarse frente a sus alumnos porque de nada serviría ser educador en un país que comenzaba a forjar el infortunio. En ese momento, cuando los cubanos se embriagaron de esperanza con la llegada de Castro al poder, los que enseñaban eran combatientes y los estudiantes debían ser revolucionarios. Nada era más importante que aprender a luchar dentro de la revolución o a morir por ella. Hubert, dejaba de ser educador, rebelde y hombre con moral para ser tildado por su jefe de traidor. 

 
Su suerte estuvo echada en las montañas de Oriente y en las llanuras extensas de Camagüey. En la primera, se conducía como un persona instruida, de carácter fuerte, compasivo y valiente. Su gran hazaña fue volar desde Costa Rica a las zonas rebeldes con armas y municiones para acelerar la caída de Batista y restaurar la democracia en el país. En la tierra agramontina fue nombrado jefe militar con poderes absolutos y desde allí urgió la primera disidencia contra la prematura revolución antes la expansiva intolerancia de Fidel Castro. Fue casi un suicidio pero lo sobrevivió. 

Lo demás es historia conocida. Fue apresado por Camilo Cienfuegos y ese mismo día, ese otro comandante, moría en misteriosas circunstancias, mientras Hubert era enviado a prisión para cumplir una sanción de veinte años. Fueron las quimeras de maestros, dijo en Budapest, las motivaciones para insubordinarme a Castro. A propósito, en la Universidad de Pittsburgh, una estudiante de padres cubanos le preguntaba en una sobremesa: ¿cómo se puede ser maestro e ir a la guerra? Hubert parecía estar ante la pregunta más difícil que le habían hecho en su vida y en el esfuerzo por responder admitió haberse enamorado de la ilusión que había detrás de aquella revolución. -La mala suerte y la traición lo entorpecieron todo- dijo sin ocultar su vergüenza. Después, justificando su participación en aquella aventura, se arrepentía de no haber ido más lejos contra Fidel Castro.

Las mejores descripciones sobre el comandante salían de boca de Matos cuando acomodaba en un mismo punto a la traición y la perversidad, del siniestro personaje, con la dimensión de sus ficciones. Entonces, era fácil advertir los trastornos evidentes en la personalidad del hombre que ha marcado más de medio siglo en la historia nacional. Según contaba Hubert, el líder cubano, en su habilidad para engañar, no esconde su traza delincuencial para conseguir a cualquier precio lo que se proponga y definía a su viejo compañero de arma como un hombre cobarde y oportunista.

Ahora que ha muerto, no es el período para el recuento de sus pasos por la revolución que ayudó a construir. Aquel proceso político nació arqueado por la ambición y el crimen, a pesar de esgrimir las mejores virtudes de millones cubanos que quisieron ser libre de una vez y Hubert era uno de aquellos que no lo consiguieron.        

Friday, February 21, 2014

Las armas de Leopoldo López


El valor es una virtud y la inteligencia un don, comentaba un profesor de psicología en una conferencia improvisaba sobre el psicoanálisis de Sigmund Freud. Fue una tarde, alrededor de un gigante algarrobo, cercano a un riachuelo de escaso caudal que atraviesa la Universidad Central de Las Villas. El tema se introdujo cuando un estudiante extranjero lamentaba conocer en Cuba muy poco del genio de Freud y de todos sus aportes a la ciencia. Eres valiente, se contentaba el profesor diciéndole. Y después le espetó, no soy el indicado ni es el mejor momento para hablar de Freud. En Cuba se le tiene miedo a muchos científicos y uno de ellos es el padre del análisis en la Psicología.
Cuando se ven las imágenes de Leopoldo López, el líder opositor venezolano, al lado de la estatua de José Martí en una plaza de Caracas hablándole a su pueblo se percibe como el valor y la inteligencia se conjugan con la precisión exacta que demanda el momento. Era el lugar adecuado para demandar el cese autoritario de un gobierno incapaz porque a la sombra de una estatua de Martí merecen estar los que aman el más preciado atributo de todos los hombres: la libertad.
Los pragmáticos, como el señor López, son perspicaces. Tal utilidad es válida cuando el fin que persigue es redimir a un pueblo atrapado en un conflicto improvisado por la ambición ideológica de una élite incompetente, poco ilustrada, servil y subordinada al fracaso de la revolución cubana. El joven venezolano se dejaba acompañar del apóstol cubano para advertir varios puntos de valor. Uno de ellos es que el castrismo, con su insolente intromisión en Venezuela, no refleja en lo más mínimo la voluntad de Martí quien jamás protegería el ultraje a la libertad de un pueblo de Nuestra América. Además, separa a los cubanos de Cuba, representado en el Apóstol, de la cúpula gobernante en la isla. Leopoldo López dijo, sin mencionar palabras, de Cuba queremos lo mejor y eso es José Martí.
La valentía de líder venezolano dimensiona su personalidad porque se enfrenta a dos adversarios peligrosos y crueles. Uno es la ignorancia de Nicolás Maduro y el otro es la injerencia cubana. Esta última, con el poder ideológico y la experiencia para seducir en la esperanza al pueblo venezolano, es capaz de tocar fondo y llevar aquel país a una guerra civil de incalculables consecuencias. Fidel Castro no se cansaba de decir que las revoluciones se hacen para defenderla hasta la muerte y Nicolás Maduro, convertido en un discípulo obediente de La Habana, parece dispuesto a interpretar ese triste papel.   
Si aquel profesor que hablaba entre signos se le preguntara hoy  por Leopoldo López posiblemente, y sin muchas sutilezas retoricas, respondería diferente. Tal vez podría decir: ese joven tienen la virtud de ser valiente y el don del talento. Los hombres como él llegan lejos

Friday, February 14, 2014

El miedo a Manuel


La detención arbitraria contra Manuel Cuesta Morúa, horas antes de iniciarse en La Habana la Cumbre de la CELAC los días veinte y ocho y veinte y nueve de enero, del presente año, revelaba el temor de las autoridades cubanas al argumento racional y cívico del opositor socialdemócrata. Pocas veces, en la larga historia represiva del régimen, se maniobró con tanta vileza y, hasta con subterfugios escatológicos, para retener a un activista e imponerle, después, una serie de restricciones a su ya limitada libertad de acción dentro del país. 
 
Esa detención es una noticia repetida y a nadie sorprende. Una sociedad sitiada, como la cubana, acostumbra a violar los derechos civiles de sus ciudadanos sistemáticamente y actúa con alevosía cuando el opositor reúne las cualidades de Manuel. 

En Cuesta Morúa la seguridad del estado tiene a un adversario muy difícil. Posiblemente, el más difícil si tomamos en cuenta su ilustración, la ubicación ideológica desde donde trata de edificar un orden democrático para todos los cubanos, el origen racial y sobre todo porque es inteligente. Un hombre estudioso del proceso histórico en la isla, analista de eventos similares en otras regiones del mundo, constructor, sobre las ruinas de la desesperanza de un Nuevo País, con un pensamiento estructural, organizado y dinámico, sereno y mejor preparado que sus represores, es un verdadero peligro.

Y donde mejor Cuesta Morúa expone ese talante es en sus viajes internacionales. Fuera de Cuba se hacen lecturas diferentes a la situación interna de la isla. El auditorio que escucha al opositor sabe de inmediato que está frente a una persona con capacidad para compartir el destino de una transición si esta fuera posible ahora mismo. Templado y con educación de las formas para manejarse en escenarios complejos, sabe interpretar los pragmatismos políticos y es un arquitecto de alianzas estratégicas para consensuar una agenda que lleve el cambio a Cuba. Digámoslo con tranquilidad y orgullo Cuesta Morúa sabe mucho de la alta política. No porque la explique sino porque la hace. 

Lo extraño, se dijo antes, no es que haya sido detenido, sino que le prohíban viajar al exterior y le acusen de atentar contra la paz internacional. Lo primero ha sido explicitado. Lo segundo es motivo de risa. ¿A qué paz internacional puede un simple opositor desde Cuba atentar? No valen respuestas porque no las hay. 

No es posible entender, en toda su complejidad, matices y contradicciones, la realidad de Cuba sin la opinión de este político e intelectual opositor. Y el régimen sabe que la izquierda europea o de otras regiones del mundo le presta atención al discurso de Manuel porque es moderno y ordenado en sus razonamientos. No es excluyente, ni extremista y supone una suerte de alternativa al proyecto de nación inconcluso por la irrupción de Fidel Castro en el escenario de la isla en 1959. Esas fortalezas de integridad y sabiduría son catadas a primera vista y ganan adepto incondicionales en cualquier parte fuera de la isla. 

Una campaña solidaria con los oposicionistas cubanos no puede ignorar a Manuel Cesta Morúa porque sin su voz estará incompleta la sinfonía democrática que todos los cubanos se empeñan en cimentar.   

Wednesday, February 5, 2014

Fanjul atrapado entre la moral y el realismo



Nadie quiere mantener su boca cerrada después del largo reportaje publicado recientemente por The Washington Post donde Alfonso Fanjul es el protagonista de la nota. El magnate azucarero, cuya familia perdió cuantiosos recursos después de la embestida de Fidel Castro contra el capital privado, ha regresado a La Habana, al menos en dos ocasiones, para explorar posibles acciones comerciales en la isla y ha tenido la “suerte” de entrevistarse con altos funcionarios del gobierno. 
 
Después de escuchar la noticia las diatribas, interrogantes y opiniones llueven y no es para menos. Los dardos mordaces de la crítica tropical han vapuleado al exitoso hombre de negocio. Nadie ha quedado al margen de opinar. La congresista Ileana Ros-Lethinen llegaba muy lejos al declarar: “… que poca vergüenza tiene Alfy Fanjul” y en las redes sociales los epítetos son mayores todavía. 

Los argumentos de quienes critican las intenciones de Fanjul parten de un presupuesto moral y pasional (tal cacofonía no es fortuita) influido por los matices singulares del carácter nacional cubano. En el orden moral pocos fijan la conveniencia de negociar con una dictadura autoritaria donde realmente se violan los derechos básicos de los ciudadanos y la represión es una práctica constante contra las libertades. Eso el señor Fanjul lo sabe. Seguramente es la ecuación más valorada por él. Las pasiones en el tema cubano siempre han creado tempestades hasta el extremo de creer (algunos lo ven así) que estar lo más lejos de la dictadura es el remedio para su caída. Vaya error. Las quemaduras sobre el cuerpo no se curan a distancia. No es una parábola intentado justificar la presencia o no del señor Fanjul en los campos de caña o en los pocos ingenios azucareros que allí quedan. Es un acertijo de la racionalidad y una conveniencia del pragmatismo.

¿Por qué? Para nadie es un secreto que Cuba necesita inversión. El escenario favorable, en el orden político, que tiene en América Latina, no es capaz de resolverle los graves problemas económicos y sociales acumulados durante cinco décadas. No es que Elpidio Valdez lo asegure, pero se oye clarito: necesitan dinero para restablecer su maltrecha industria azucarera y comienzan a tocar las puertas de quien se atreva hacerlo. El aprieto en materia económica es su debilidad y no pueden ocultarlo.
¿Quiénes pueden ser potenciales inversores en ese sector otrora vital para la economía del país? Brasil es el único licitador con poder que ha evaluado esa área y conoce la profundidad del deterioro. Los otros pueden ser los que mejor conocen el asunto y son cubanos, pero no están en la isla. 
   
Cuba está herida, pero no de muerte. El régimen, por su dinámica estructural, sabe bandearse para sobrevivir y comienza, por primera vez, hacer pactos sin decirlo. Eso es un fenómeno nuevo y conveniente para la acción inteligente sobre un escenario hostil, complejo y organizado que de aprovecharse pudiera servir para poner la cura a corta distancia. Aseguraba un ex embajador en La Habana: hay que estar en Cuba porque allí está el problema. Y hasta hoy la única ventana para estar dentro de Cuba es invirtiendo en ella.  Aunque para el señor Fanjul, las condiciones legales alejan toda esperanza de inversión en su país natal.

¿Se favorece el régimen con inversionistas como los hermanos Fanjul? Claro que sí. ¿Prolonga en el tiempo el destino revolucionario del país y de su nomen(klatura) autoritaria? Posiblemente. Esas mismas preguntas se hicieron Richard Nixon y Henry Kissinger cuando desembarcaron en China en 1972 invirtiendo tanto en aquel país oriental que hoy es imposible despojarse de un producto chino en el mercado estadounidense. En aquel momento la nación asiática ejecutaba a más de seis mil personas por año en un abanico de cincuenta y tres tipos de violaciones que podían constarle la vida a cualquiera. Hoy China se lo debe casi todo aquel viaje de Kissinger primero y Nixon después. Y aunque hayan pasado muchos años aquel país para nada es la sombre de lo que encontraron los americanos. China era un estado casi feudal en los setenta (aún permanecen muchas lumbres de atraso) pero su influencia en la modernidad es imparable y las condiciones de vida de su pueblo es mejor. Eso es verdad.

¿Se enriquecerán los hermanos Fanjul si logran invertir su capital en Cuba? Más plata no les hace falta. Pero, indudablemente, tendrán ganancias si ganar dinero es lo que mejor saben hacer. Mirarán al lado cuando ante sus ojos vea reprimir a los disidentes. Nadie lo puede asegurar, pero estos hombres han vivido en democracia muchos años para enterrar su emprendimiento personal y su vergüenza en el lodazal del castrismo. 
Más de una vez se han escuchado críticas (en esta orilla) al régimen cubano por cerrarles las puertas a los inversores cubanos dentro y fuera del país. Sin embargo, ahora parece que las pasiones aconsejan darle la oportunidad al extranjero y discriminar a los nacionales, no importa donde estos se encuentren.Tirios y troyanos no se ponen de acuerdo, una vez más, sobre las estrategias convenientes para Cuba.

Cuando el castrismo fenezca se escucharán muchas historias conmovedoras. Aunque no ha llegado ese momento todavía ya el señor Alfonso Fanjul puede contar la suya porque puede escribir: quise llegar primero

Nota aparte: Comentaba un entusiasta catalán, enamorado de Cuba y experto en asuntos cubanos en la red, sobre la inmoralidad el régimen cubano al recibir a un multimillonario en sus despachos y se niega a conversar con Las Damas de Blanco. Después se respondía a sí mismo: hay que juntar dinero para precipitar su caída.