Sunday, December 15, 2013

MANDELA’S PASSING: NO COMMENT FROM FIDEL CASTRO

            The long silence of Fidel Castro, normally given to figure publicly whenever possible, awakens some doubt as to his current physical condition. The last one of his “Reflections” appeared in the Cuban press last August 27, an article full of foolishness on the subject of the military and political crisis in Syria. There he assured his readers that a devastating, worldwide apocalypse was in the making. Now, with the death of Nelson Mandela, we continue to await some remarks from the Comandante on an important event. It would seem that his physical condition makes it impossible for him to comment on the virtues of the South African leader.
            Perhaps he is simply taking refuge, as usual, in silence, converting his actual health into a state secret, later to reappear to only to confound those who had thought him well on his way to his final destination. As long as Fidel lives and breathes and remains mentally lucid, anything is possible. Why? Persons with severe mental problems , such as Castro suffers, compensate for their unhappiness by making others suffer. Such people have a need to remain the center of attention, stoking passions with a view to emphasizing how indispensable they are, especially when their capacity to act is severely diminished. They need to remain the center of attention, to continue to dominate the scene, even if it means only wallowing in an orgy of nonsense. Normally such people do not even respect their own rules and have a need to degrade their adversaries so as to sleep soundly, even though it may even result in an unjustifiable death.
            People who suffer from such delusions also consider their own actions—no matter how illogical—legitimate and necessary; if they turn out badly, it is someone else’s fault.
            What inspires his silence on the subject of Mandela since passionate his support for the creator of the African National Congress in the past is a matter beyond discussion? It’s not that I am particularly worried that we haven’t heard from him, nor do I particularly miss reading his “Reflections”, but I must admit a sense of surprise that he has missed an opportunity to say something about a man that he admired, even though Mandela’s leadership in South Africa turned out to be the very antithesis of Castro’s own in Cuba.
            Perhaps we will just have to wait. We are nearing the end of the calendar year and the Cuban government always avoids that season to announce bad news.


Thursday, December 12, 2013

Mandela sin una reflexión de Castro


El largo silencio de Fidel Castro, acostumbrado a mostrarse en todo momento, despierta sospecha sobre su estado físico. La última de sus reflexiones fue el pasado veintisiete de agosto del presente año donde hablaba necedades sobre la crisis política y militar en Siria, asegurando un apocalipsis devastador a nivel global. Ahora, cuando Nelson Mandela ha muerto, seguimos sin escuchar al comandante pronunciándose sobre el suceso. Parecería que su debilidad no le permite hacer una reflexión donde evoque, mediante una catarsis revolucionaria, las virtudes del líder sudafricano. Tal vez, está asumiendo el rol de siempre, desde la incógnita absurda en torno a su vida, convertida en secreto de estado, para luego aparecer vanagloriándose antes quienes lo creían viajando por el camino sin retorno de la muerte. Todo es posible en Fidel mientras respire y tenga lucidez. ¿Por qué? Las personas con trastornos de personalidad, y Castro lo tiene, compensan su angustia haciendo sufrir a los demás, gustan de mantener la atención sobre ellos, regularizan las pasiones en torno a su figura para mostrarse imprescindible aun cuando su capacidad haya disminuidos. Necesitan ser referencia, trascender en la orgía del disparate y dominar la escena sin rival. Normalmente, no respetan el orden que construyen, pisan con rabia a sus adversarios para luego dormir tranquilo aunque le hayan causado una muerte injustificable. Consideran, además, y contra toda lógica, a sus acciones legítimas o necesarias y terminan culpando a los demás de sus desventuras.
¿Por qué no dice algunas palabras sobre Mandela si mostraba un apego apasionado e indiscutible con el creador del Congreso Nacional Africano? No es que me preocupe su mutismo, ni que haga falta leer sus deliradas reflexiones, pero sorprende que deje vacía una oportunidad para opinar sobre alguien que admiraba, aunque el liderazgo de Mandela en Sudáfrica estuvo en la antípoda del ejercido por Castro sobre los cubanos.
Habrá que esperar. Ya estamos a finales de año y el gobierno cubano nunca tomará esa fecha para dar malas noticias.

Tuesday, December 3, 2013

Las diatribas de Elián


Las recientes declaraciones del balserito “involuntario” Elián González provocan reacciones iracundas en esta orilla que valen la pena analizar. Quienes se molestan, con justa razón o sin ella, olvidan que este llegó a las manos de Fidel Castro en el mejor momento para inducir, direccionalmente a su cerebro, el sistema de “valores” que le deseaba inculcar el gobernante cubano. Seis años tenía cuando regresó a Cuba y a esa edad es posible esculpir a una persona para determinados fines. El psicólogo norteamericano John B. Watson, padre del conductismo y uno de los más importantes profesionales de la psicología del siglo XX, escribió: “Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger -médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón- prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza” Desde esta afirmación se asegura la probable intervención del estado cubano en conducir, al hoy adolescente, hacia el imaginario radical de Fidel Castro. El mejor sitio para incubar su mentalidad era una escuela militar como los “Camilitos” y Elián es casi un oficial de esa entidad.
Quienes quedan pasmados por su esencial postura en defensa de la revolución y de Castro también olvidan que Elián, en su corta estadía en Estados Unidos, no pudo ver donde miraba (ver y mirar no son sinónimos en psicología) y a su regreso  quedó atrapado en la desinformación que vive el resto de los cubanos. A su edad de entonces no podía entender lo que ocurría en su entorno y era una presa fácil de domesticar.
La fuente de seguridad de todo niño es la madre y Elián se sustrae de ella para otorgarle ese roll de protector a Fidel Castro a quien atribuye el don de la superioridad divina. Ahí está, sin lugar a dudas, la primera referencia del influjo ejercido sobre él. ¿Cómo lo han logrado? Mediatizando su vida en función de un ideario, de una persona y del sistema. Su falta de ilustración, la verbosidad monótona y repetitiva del discurso oficial,  donde articula un lenguaje paradigmático, desde el imaginario revolucionario, y su marcialidad,  presentan a un joven cultivado para una misión hasta ahora desconocida. Las revoluciones siempre han necesitado de símbolo y Elián es uno de ellos por azar, primeramente, y por conveniencia, después.  
Ahora, con diecinueve años, ha comenzado hablar, azuzado por sus amigos guardaespaldas, quienes le ofrecen a ciegas, y sin que haya resistencia por el chico, la píldora ideológica que lo mantiene atado al credo retorcido de su revolución.