Monday, January 7, 2013

Apuntes a propósito de la enfermedad de Chávez




La enfermedad del presidente de Venezuela Hugo Chávez tiene en vilo a Caracas y también a La Habana. Sobre todo a las grandes muchedumbres fanáticas de venezolanos y cubanos fabricadoras de mitos en ambos países. Pero, a decir verdad, no solo en éstas dos capitales existen preocupaciones por la salud del mandatario bolivariano. La dimensión del asunto se ha internacionalizado tanto que la izquierda de la región está enfocada en la evolución de los reportes médicos como si se tratara de un asunto doméstico.
¿Por qué Chávez despierta tanto interés con su enfermedad la cual se ha convertido en un secreto de estado, como antes fue la de su padre ideológico Fidel Castro? Dos razones, desde mi punto de vista lo justifican.
La primera está asociada a la pobre ilustración del gobernante venezolano, cuyo coeficiente de inteligencia es axiomáticamente bajo si lo medimos a partir de sus incoherentes alocuciones. Este aspecto de su vida les sirve a los hermanos Castro, a los gobernantes de Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua (Evo Morales y Daniel Ortega tienen un CI inferior) y, hasta cierto punto a Brasil, para sentirse alarmados si desaparece alguien a quien pueden manipular a su antojo y obtener beneficios comerciales con préstamos e inversiones derivadas de los petrodólares que Hugo Chávez maneja por miles de millones sin rendirle cuenta a nadie.
La incultura de ex militar golpista es una debilidad esencial que les sirve astutamente a esos países porque simulan percibir al presidente venezolano como un estadista eminente, intuitivo y organizador de su cruzada revolucionaria para alcanzar el socialismo del siglo XXI. Entonces, es cuando la poca capacidad intelectual del presidente se nubla ascendiendo su ego y manifestación conductual al plano de la autosatisfacción interior que le hace creer que es un superdotado, un agente imprescindible y un hombre genial. Fidel Castro, al contrario, es astuto y un calculador nato que observó esa impotencia de Chávez desde que lo conoció. Sin embargo, ensalzaba su revuelta golpista hasta la saciedad y hasta lo comparaba con un Bolívar de nuestros tiempos.
La segunda razón es la influencia de Cuba en Venezuela. Para nadie es un secreto las buenas relaciones que Chávez fundó con los hermanos Castro a quienes siempre ha visto, no solo como guías espirituales, sino como las personas que pudieran ayudarle a diseñar el sistema político en aquel país sudamericano porque el aspecto anterior no le ayudaba a llevar a buen puerto sus ideas revolucionarias. Los cubanos influencian en el aspecto ideológico y de seguridad de la revolución bolivariana de Chávez. El argumento no es el marxismo, es simplemente el ideario fracasado de la revolución cubana expuesto en otro escenario y momento histórico. En un país con otras condiciones económicas, con un pueblo que ha heredado la pobreza por la falta de visión de sus gobernantes anteriores quienes, a decir verdad, fueron incapaces de superar la distancia entre pobre y ricos, sin clase media poderosa e instituciones civiles con credibilidad, era muy fácil que surgiera un populista como Chávez, capaz de movilizar una aureola de pasiones irracionales convocando cambio en la vida de los ciudadanos.
Las preocupaciones de La Habana son justificadas aunque, conociendo la perversidad de Castro y su capacidad para maniobrar en cualquier escenario no hay que dejarse sorprender si en los próximos días regresa Chávez a Caracas para ser investido como presidente de aquella nación para callar las especulaciones sobre su salud.
Una observación final. El mayor interés sobre la enfermedad del mandatario sudamericano lo despierta el hecho de que algunos aseguran que el fin del chavismo provocará eventualmente  el fin del castrismo. ¿Pudo este militar devenido en presidente tener mayor influencia en Cuba que la desaparecida Unión Soviética y el campo socialista?
Los que siguen atento a la evolución del cáncer de Chávez en estas orillas, no creo que los Castros dirijan los destinos de los venezolanos. ¿Por qué  subestimar la inteligencia de ese pueblo generoso, trabajador y solidario y engrandecer a las figuras torcidas de Fidel y su hermano Raúl? De ser así, ¿cómo construir una democracia en una isla donde los gobernantes administran el destino de otra nación cuyo tamaño, población y recursos económicos superan varias veces a Cuba? Los demócratas cubanos de acá, cuando dicen tales cosas, están construyéndose una muralla infranqueable en su mente sin saberlo.

Jackson. Mississippi